viernes, septiembre 17, 2010

Alicia en la FIESTA DEL LIBRO



Una semana de Libros por montones, una semana de personajes fantasiosos que toman forma y se vuelven humanos, una semana de niños colegiales corriendo por doquier, impresionándose por cada segundo de nuevas curiosidades y una semana para recordar que los libros impresos más su olor son los que mantienen vivo el afán de la imaginación.
El Jardín Botánico de Medellín es el cuerpo pon donde miles de personas circulan cada día con los ojos atentos, escuchando infinidad de historias, observando miles de caras desconocidas y expectantes  por saber que traerá  la próxima parada fantástica.
Es curioso, interesante y divertido el percibir como en un lugar lleno de verde, se puede mezclar una infinidad de sensaciones, personajes,  fantasías, colores y olores, que hacen que los libros no sean siempre sinónimo de estudio y academia, también  hay que reconocerlos como una fiesta, que se crea en la imaginación de quien lee, construyendo millones de escenarios,  personajes, finales posibles, y un mundo paralelo que hace realidad lo que el mundo terrenal no logra. 
Es tan fantasiosa la Fiesta del Libro, que ni Alicia se asemeja a como la detallan en las piclulas y libros.

" completamente Curado"


Mientras Juan David revuelve su café frio, habla sin parar del  libro de Oscar Wilde que terminó de leer la noche anterior.  Al mismo tiempo, mira a cada lado continuamente como si estuviera esperando el encuentro con alguien más. Prueba el café,  y con una sonrisa de medio lado deja entrever una cara pálida empapada en sudor que da a entender que la cosa no va tan bien.
En marzo de 2009 Juan David  Carmona Giraldo de 22 años fue diagnosticado con trastorno bipolar tipo dos. Según Luis Eduardo Yepes Roldán autor de Fundamentos de Medicina en Psiquiatría, la enfermedad se caracteriza por “periodos de hipomanía (energía e impulsividad)  que alternan con periodos de depresión severa. Suele aparecer entre los 15 y 25 años, y su causa exacta se desconoce.”
Antes de descubrir lo que padecía Juan David, su mamá Dora Giraldo Sepúlveda comenzó a medicar a su hijo para combatir el insomnio que le estaba afectando desde hacía varios días. Amitriptilina de 25 mg son las  tabletas que se consiguen en cualquier farmacia por tres mil ochocientos pesos y sirven como somnífero no  recetado. “Me tomaba hasta tres cuatro para poder dormir dos hora como máximo”, expresa David.
El somnífero no produjo los efectos esperados, y  “Juan David no comía, no dormía, se la pasaba cortando papel y corriendo de un lado para otro”, afirma Dora Giraldo mientras limpia el sudor de la cara, y besa  la mano de  su hijo de 22 años que canta a todo pulmón una canción de la banda estadounidense The Red Hot Chilli Peppers.
“el es mi bebé y le ha tocado muy duro en la vida, yo dejo que disfrute lo que quiera hacer y hay vamos sobrellevando las cosas los dos”
Cuando los médicos especificaron que enfermedad padecía Juan, se le recetaron dos  estabilizadores que controlan el estado de ánimo. Carbonato de Litio de 300 mg y Fluoxetina de 20 mg. Las dos tabletas cuestan cuatro mil doscientos pesos  y la EPS  las cubre.
Juan David Carmona suspendió el tratamiento para controlar la enfermedad en agosto de 2009, según él, porque ya se sentía curado.
-       Ve que hubo Juan, hace rato no nos veíamos -Dice un joven que tiene el pelo de largo hasta la cintura.
-       Llegaste vos y se me dañó la noche -Contesta Juan  con tono desafiante y la cara empapada en sudor al joven que se acerca a saludarlo.
-       Como decís eso, vení dame un abrazo para que nos contentemos-expresa el joven con cierta risa nerviosa
Juan David da un paso atrás, con  cara seria, se sienta en uno de los escalones del Parque del Poblado a fumarse un cigarrillo Marlboro Rojo,  mientras alguien le pasa una cerveza que se toma de un solo sorbo. De un momento a otro la camisa a cuadros que tanto caracteriza a Juan no se vuelve a ver por el lugar.
 “el siempre hace lo mismo, intenta buscar pelea con alguien, o le tira los perros a cualquier niña, creyéndose el bravo, y después se pierde a llorar como una niña”, afirma  Alejandro Gutiérrez amigo de colegio de Juan, mientras se ríe con la persona que intentó saludar al “loco” como lo llaman algunos.
Según Carolina Bernal Arbeláez, psiquiatra de la Clínica Las Vegas,  asegura que el consumo de alcohol o cualquier droga alucinógena, hacen que  los periodos entre la depresión y la manía en las personas que sufren bipolaridad se vuelvan más constantes y duraderos. Lo que lleva al deterioro rápido de la persona.
A partir de la interrupción de los estabilizadores, se volvieron a presentar periodos de insomnio, pérdida del apetito, junto con  días y noches en las que no deja de hablar y gritar. “es más bacano así, porque me siento el mejor de todos, superior a todos, y pues es verdad, yo soy de lo mejorcito de por acá”, enfatiza Juan David mientras intenta quitar el sudor de su cara con el hombro cubierto por una de sus camisas a cuadros.
La  “mamá dorita” como la apodó Juan, no insiste en que su hijo continúe con el tratamiento. Para ella lo importante es que sigan viviendo juntos en la misma casa, tengan buena relación, y debes en cuando ella le da algo  para que pueda dormir o se tranquilice en los periodos de manía o depresión.
De acuerdo con las estadísticas de la Asociación Colombiana de Bipolares con sede en Medellín, en Colombia existen un millón ochocientas mil personas que padecen algún tipo de trastorno bipolar. De esa cifra solamente el 16% se trata para controlar la enfermedad. El 84% restante se cree curado después de un tiempo como Juan David, o decide desde un comienzo no medicarse.

 Juan no vuelve a probar el café. En un descanso de la conversación  sobre Oscar Wilde prende un cigarrillo. Un mesero se acerca y le indica que no puede fumar dentro del lugar. Juan lo mira e inmediatamente con la mano temblorosa apaga el cigarrillo. Se limpia el sudor de la cara con una servilleta y sale del local a paso acelerado.
Juan David Carmona de 22 años vive con “mamá Dorita”, no estudia, no trabaja y hace siete meses ignora su trastorno bipolar. Su especialidad es leer libros que “me trasportan a un mundo completamente censurado para muchos pero ideal para mí”, concluye.

martes, septiembre 14, 2010

LA NIÑA CONSUELO


En un día de 1945 Jorge Eliecer Gaitán era fiel militante del partido Liberal colombiano,  Gustavo Rojas Pinilla se desempañaba como director de la Aeronáutica Civil,  Liberales y Conservadores se disponían a iniciar una guerra sin fin hasta con secuelas hasta hoy, y  Antonio Restrepo esperaba en una mecedora, el llanto de la recién nacida que Olga Giraldo había cuidado dentro suyo, durante nueve meses.
Consuelo Restrepo Giraldo nació el siete de julio de 1945, en el municipio de Marsella, en el departamento de Risaralda.
A los dos años el papá de Consuelo, Antonio, fue nombrado jefe del conservatismo  en el municipio de Restrepo, Valle. Dos niñas más doña Olga y Don Antonio, se disponían a hacer parte de un círculo político y social, que trajo de la mano sonrisas conocidas,  junto con amenazas anónimas.
El olor a café y a boñiga caracterizaban el nuevo hogar: la finca  El Agrado. Lugar donde la niña Consuelo de contextura delgada, piel blanca, ojos negros escondidos, pelo oscuro hasta los hombros y nariz prominente, vivió hasta los doce años. Después, se  convirtió en uno de los tantos miles de habitantes rurales que tuvieron que dejar el campo por  culpa de una guerra ajena.
Finalizando la década de 1940, Gaitán convocaba las masas y prometía una nueva nación, Rojas Pinilla afianzaba su firmeza militar y esperaba el momento oportuno,  Liberales y Conservadores se repartían las tierras ajenas al son de cualquier canto, y la creación de la Dimayor fortalecía la práctica futbolística colombiana.
Un día cualquiera de 1948 la niña Consuelo, observaba a su hermana mayor Amparo balanceándose en un columpio improvisado, al mismo tiempo, escuchaba cómo el galopar de varios caballos se acercaban a su hogar acompañados de gritos.
-Mataron a Gaitán, mataron a Gaitán, decían quienes  se acercaban.
Don Antonio salió corriendo a recibir la noticia, y doña Olga entre sollozos cargaba a la niña Consuelo para llevarla adentro.
Hasta los seis años, la niña Consuelo iba a jugar todos los días a las fincas familiares vecinas. Junto con sus primos, se pasaba las horas persiguiendo por los inmensos potreros, los perros que cuidaban el ganado; cuando sentía que sus piernas no podían soportar más, se sometía a la gravedad sobre el verde eterno, y veía como el ocaso concluía otro día de juegos.  La tia dueña de la finca, después del juego, trataba de limpiar uno de los vestidos de encaje de la niña Consuelo, que doña Olga madrugaba a comprar en Buga o Cali el primer lunes de cada mes.
Don Antonio  personalmente, pasaba a recoger a la niña Consuelo y a su hermana mayor Amparo todos los días. Antes de despedirse, se tomaba una copa de aguardiente y, hablaba a sus familiares lo que estaba ocurriendo en la región entre Liberales y Conservadores.
Un día como cualquiera de 1951,Doña Olga Giraldo, en embarazo de su tercer hijo, levantaba a las seis treinta de la mañana a la niña Consuelo, para que se bañara con agua fría y jabón de tierra. Mientras la niña titiritaba del frio, doña Olga gritaba a una de las cocineras para que recibiera la verdura en la puerta principal. Después, se sentaban los cuatro a desayunar chocolate, arepa y recalentado del día anterior por doquier.
Eustaquio Valencia, el mandadero de don Antonio por esos días, llegó a las ocho de la mañana a El Agrado para llevar a la niña Consuelo a su primer día, en el colegio de las Franciscanas ubicado en  Restrepo, Valle.
La niña Consuelo entre lágrimas se despidió de su mamá, y Amparo la mayor, para calmarla, durante el viaje a caballo, cantó a todo pulmón una canción que doña Olga siempre les compartía antes de dormir.
Un día como cualquiera de 1953, la niña Consuelo Restrepo, decide no volver a cortar su pelo hasta que cumpla los 18. Jorge Eliecer Gaitán llevaba cinco años de muerto, el futbol colombino incursionaba de a poco en la clase obrera, y se ejecuta un golpe de estado por El general Gustavo Rojas Pinilla.
Todos sacudían entre la incertidumbre, incluyendo la familia Restrepo Giraldo.
La niña Consuelo, aprendió a leer y escribir como cualquier niño a la edad de ocho años, pero lo que realmente la apasionaba era la costura, y el ver a su papá por la ventana todos los días regresar de una jornada de trabajo acalorada.
 Así transcurrieron los años hasta 1957, en donde un día cualquiera Rojas Pinilla dejó el poder, Liberales y Conservadores decidieron turnarse su poder, y Consuelo Restrepo junto con su familia dejaban, El Agrado para partir a un viaje en donde El Agrado no existió mucho tiempo, y la guerra bipartidista seguía condenando bajo cuerda miles de familias.

San Rafael "libre"

Cuando se habla del oriente antioqueño, o cualquier otra región de Colombia que se encuentre llena de verde, color, y nuevas formas de naturaleza inexplorada, se asocia con ese otro verde usado que se tiñe de sangre y se usa para salvaguardar una idea sin ideales; el verde del camuflado.

A casi tres horas y media de Medellín, entre montañas, llegando por un camino angosto, lleno de curvas mareadoras y un calor que no calcula cuantas gotas de sudor se pueden derramar en unos pasos, se encuentra el municipio de San Rafael.

Cómo todo municipio que se respete, en la mitad está localizada la iglesia, con su respectivo parque, faroles, sombreros que protegen caras acaloradas, un lustra botas, y música a todo volumen que caracterizaba las fiestas de generaciones anteriores.

Mientras el calor pica en la piel, la música llena los oídos y los perros muestran sus costillas, se vislumbran varias botas de cuero, más uniformes verdes, más seriedad casi absoluta.
“El glorioso Ejercito Nacional, más el doctor Álvaro Uribe Vélez fueron los que no sacaron de esta cárcel, y pudimos volver a cultivar las tierritas que las AUC, nos quitaron” expresa Don Fabio Antonio Pérez, mientras se toma un tinto en una de las bancas de cemento que bordean el parque.
Don Fabio más su esposa e hijo fueron desplazados en 1998 de la vereda la Iraca.
Las Autodefensas Unidas de Colombia llegaron un día soleado, forzaron la puerta de la entrada, apuntaron con sus fusiles a el señor, la señora y la niña de la casa, y les ordenaron que en 24 horas tenían que estar lejos de su propia casa, de su propia tierra y de su propia vida.
Don Fabio y su familia salieron con lágrimas en los ojos y unas monedas en los bolsillos. Llegaron a San Rafael y se acercaron a la oficina de gobierno, “una jovencita con una sonrisa que iluminaba la oscuridad del día, nos llevó hasta el coliseo municipal, y ahí vimos que nosotros no éramos los únicos exiliados” indica Don Fabio.

De acuerdo con John Freddy Henao Secretario General de Gobierno de San Rafael, “en el municipio no hay ninguna persona que no la haya tocado el conflicto; antes la localidad tenía casi 18.000 habitantes en el área urbana y rural. Después, de la época de la muerte selectiva por parte de las AUC, y las FARC, San Rafael cuenta con 13.500 habitantes en la actualidad”
Por vender unas gaseosas a unos integrantes de Las Autodefensas Unidas de Colombia, un tío de Don Fabio, fue asesinado por miembros de las FARC, y después de propiciarle cuatro tiros en la cabeza, dejaron

martes, septiembre 07, 2010

LA NIÑA



La niña sonreía y con la mirada,  recorría las caras de las  doce personas que chocaban las palmas y entonaban un cantico, en honor a su cumpleaños. Cuando la canción llegó al número trece, dos jóvenes, uno de estatura mediana y otro tan grande como un jugador de baloncesto, sujetaron la cabeza de la niña y la introdujeron en la torta de barbie que la mamá, doña Saray Rosero todavía debe a una vecina. 
-Indio comido indio ido-  dice la mamá a la niña mientras trapea la cocina de piso rojo.
-Sí mami, así es la gente. Yo le dije que mejor hubiéramos dejado esa platica para comprarle ropita al bebé- responde la niña, al tiempo que se sienta en una mecedora ubicada al lado de una ventana.
-tranquila mi amor que todavía faltan como cuatro meses, de aquí a eso ya tenemos todas las cositas- indica la mamá a la niña sentándose al lado de ella     cogiéndole la mano.
La niña mira a la mamá y vuelve a sonreír, con los ojos a punto de desbordar una lágrima. En ese segundo suena el teléfono y la niña contesta. Suelta la mano de su mamá y  se dirige corriendo a un cuarto a lado de la cocina. Cierra la puerta y se escuchan carcajadas.
“Ese tipo, ese tipo me va matar a mí de la rabia” expresa la mamá mientras coge unas llaves y sale de la casa.
La niña es Kelly Yuliana Caicedo y tiene trece años. Mide un metro con sesenta y seis centímetros, es de tez morena, pelo entrenzado que le llaga casi hasta la cintura, ojos color café claro, cara delgada y alargada que muestra unas cicatrices, que le dejó una viruela cuatro años atrás. Vive con su mamá, y sus hermanos Edwin de 16 años y Deimer de 11. El papá de los tres, trabaja como maestro de obra. Da trescientos mil pesos para el arriendo mensual y amanece en la casa, cuando no se queda en la calle jugando cartas y perdiendo la plata del sueldo semanal.
Hace un año y medio Kelly Yuliana tiene una relación con el hombre G. El hombre G tiene 24 años, es casado y tiene dos hijos de cuatro y un año. Es de tez morena como Kelly, pero en altura es el doble de ella. Tiene un Renault nueve como carro, y mínimo tres veces a la semana visita a Kelly en su casa, aprovechando que la mamá de la niña se va a trabajar.
Hace cinco meses Kelly, cuando la niña tenía doce años y siete meses,  se dio cuenta que estaba en embarazo del hombre con el que perdió la virginidad. El hombre G. “Yo estaba feliz, pues yo lo amo y el a mí, al principio se puso todo raro y me dejó de hablar como un mes, pero ya después volvió a ser el más especial; además era lo mejor que nos podía pasar; aunque mi mamá me obligara a salirme del colegio. Él me va a dar buena calidad de vida. Sin problemas de plata”. Señala la niña mientras ve televisión acostada en el cuarto de la mamá.

“Cuando empezamos él se ponía condón, pero me decía que casi no le gustaba así por no se sentía lo mismo. Entonces para que no se me fuera o algo, el dejó de usar condón, y es verdad es más rico, pero lo malo es que uno queda embarazado”. Expresa Kelly al tiempo que se echa sombre rosada en los parpados, en ocasión de que el hombre G la viene a visitar.
A las siete y treinta de la mañana la niña se levanta y se sienta en la mecedora que está al lado de la ventana, con una pijama desteñida de Mickey Mouse. Soba su barriga con ambas manos y con el equipo de música prendido, canta a todo pulmón una canción de Los Gigantes del Vallenato. Cierra los ojos y la interrumpe Deimer su hermano de 11 años, diciéndole casi gritando que le haga el desayuno, porque hoy le habían dado libre en el colegio.
Kelly lo mira con asombro  y no se para,  sin antes ponerse las chanclas color rosadas con las que siempre se mantiene en la casa. Se coloca a barrer mientras el hermano desayuna.  En ningún momento deja de entonar las canciones de la emisora. A las once y treinta se baña y vuelve a sentarse en la mecedora, a leer las cartas que sus compañeritas de colegio le hicieron cuando  doña  Saray, la sacó del colegio.
Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas y el teléfono interrumpió sus recuerdos. Lo contestó, y las lágrimas se cambiaron por unas carcajadas producidas por el hombre G.
-¡abrime la puerta Kelly Yuliana o te juro que te voy a dar una pela que no vas a olvidar! - grita la mamá a la niña en motivo de que su hermano, le dijo que la niña está hablando con el hombre G.  En la casa de doña Saray Rosero eso está prohibido.
- ¡no me jodás más!- responde la niña con la voz entre cortada -  ¡no veo la hora de irme de aquí, ustedes en vez de ayudarme me hacen la vida cada vez más imposible!
-Sí, oigan a esta, yo no fui la que quedó embarazada de un “hijueputa” gordo asqueroso, que tiene otra mujer y otro hijos – refuta doña Saray a Kelly mientras forza la chapa de la puerta del cuarto.
-Callate, no me jodás más, déjeme tranquila – dice la niña ahogada el llanto.
-  Cómo él es el que te va sostener, decile que mañana te lleve la cita médica, te la pague y te compre la droga –concluye la mamá de la niña.
Ni el hombre G, ni doña Saray Rosero acompañaron a Kelly Yuliana a la cita donde el médico. La niña de mejillas rosadas la acompañó a la ida pero no a la venida.
“Tengo la presión alta y me toca quedarme en la cama todo el día hasta que nazca el niño. Si me paro se puede salir antes de tiempo y según el doctor, por ahora el niño no puede vivir fuera de mi barriga”. Expresa Kelly Yuliana mientras espera afuera de la casa a que uno de sus dos hermanos llegue, porque se le quedaron las llaves de la adentro.
La niña Kelly Yuliana tiene trece años y cinco meses de embarazo del hombre G de 24 años. No pertenece a ninguno de los cuatro barrios en Medellín en donde se encuentra, el número más elevado de adolescentes en embarazo, tampoco fue forzada a tener su primera relación sexual, y sí conocía sobre métodos de planificación.

lunes, septiembre 06, 2010

LA MINITA DE ORO

Elkin Mosquera prende su tercer cigarrillo Piel Roja en menos de quince minutos. Al Mismo tiempo, observa como una voluptuosa mujer de color le sirve un tinto y le sonríe dejando ver una dentadura casi perfecta cuando se trata de pedir la cuenta.
-¿Va a tomar algo más?- pregunta la mesera al tiempo que agita la mano saludando a alguien que pasa por el lugar.
-No, gracias mi amor -responde Elkin sin dejar de mirarla.
-Entonces son mil trescientos por el tinto- indica la mesera, mientras observa con asombro como Elkin bruscamente, mete la mano en unos de los bolsillos de su desgastado blue jean y saca monedas y más monedas mezcladas con pequeñas pastillitas blancas.
Elkin sube la cabeza y se siente intimidado por la mirada de la morena. El nerviosismo hace que un fuerte dolor en una de sus piernas renazca como recuerdo del accidente en moto que sufrió años atrás. Entrega a la mujer los mil trescientos pesos y vuelve a acomodar lo sobrante en el bolsillo
Mosquera como es conocido entre sus amigos, sale cojeando del Café Versalles, ubicado a tres cuadras del Parque de Bolívar en el centro de Medellín. Recorre todo el camino peatonal esperando la llamada de Marlon Ramírez para ultimar los detalles sobre la “vuelta” que van a realizar.
Durante la espera, Elkin se recuesta en una vitrina de vidrio y observa a una joven que le recuerda la belleza de su madre antes que empezara a ingerir alcohol y drogas. Sus ojos se llenan de lágrimas y muy lejos escucha alguien que lo llama.
-¡Quihubo mijo no ve que hace rato le estoy timbrando a ese celular suyo!- le grita Marlon a Elkin mientras le pasa un casco de moto e indica que lo siga.
Mosquera se seca los ojos con las manos, y caminando con dificultad, persigue a Ramírez tratando de seguirle el ritmo. Marlon lo afana mientras intenta prender la moto que le prestó un primo que vino de paseo desde Pereira.
Después de varios intentos el mono como llama Elkin a Marlon prende la moto. Mosquera se monta con dificultad, y Marlon arranca dejando una humareda negra mientras avanza.
Marlon Rodríguez tiene 27 años. La mayoría de ellos los ha pasado huyendo o de la policía, de su esposa e hijos, o de los recuerdos con su familia.
-Agárrese pues bien hermano que estás como todo desganado hoy- grita el mono mientras se dirige a la casa de un amigo por algo de ropa y comida.
Marlon da un frenazo que sacude a Elkin de sus pensamientos.
-Espéreme aquí parcero que recojo una platica y otras cosas y nos vamos de una- expresa el mono mientras toca la puerta de una casa color café que está en toda la subida de las mellizas del barrio Buenos Aires.
Mosquera se baja también de la moto, se quita el casco, y toma otras tres aspirinas para intentar minimizar el fuerte dolor que siente en la pierna.
Comienzan a caer las primeras gotas de lluvia y Elkin se refugia en una tienda con un mostrador lleno de arepas y huevos. Decide comprar tres paquetes de Piel Roja para el camino y una tirilla de aspirinas por diez.
-Guarde eso mono, no de visaje, no ve que por aquí hay mucha “tomba” y quedamos fritos- le dice Elkin a Marlon arrebatándole la pistola al tiempo que paga por su compra.
Tranquilito pues mi hermano- le indica Marlon.
Antes de volver a montar la moto, ambos deciden cual es el camino más fácil y rápido para llegar a la finca conocida como La Minita De Oro, ubicada en las afueras del municipio Puerto Triunfo, a cuatro horas de Medellín
-Una minita de oro no es solo el nombre de la finca, sino también lo que esa familia. Vaya pensando a que hembritas va a invitar al paseo de remate que nos vamos a dar cuando terminemos “la vuelta”. – expresa Marlon a Elkin dándole un apretón de manos seguido de un fuerte abrazo.
Mosquera se preocupa por el frio que va a sentir, y más por pelear con su conciencia para que entienda que lo que están por hacer no es lo correcto, pero sí lo mejor para ellos.
Tres horas y media después, ya cayendo la noche, Elkin y Marlon cantan a todo pulmón una canción de Diomedes Díaz. Entre frenazos del Mono y pitos de carros apresurados, el viaje toma menos de lo previsto. Entre los municipios de Cocorná y Puerto Triunfo en el Magdalena Medio Antioqueño, se encuentra a mano derecha la entrada a una finca llamada La Minita De Oro.
-Huy parce vaya alistando el fierro que llagamos a donde era. Minita de oro es poquito para lo que nos vamos a encontrar aquí-dice Marlon a Elkin con una sonrisa de complicidad que lo acompañaría durante toda “la vuelta”

domingo, septiembre 05, 2010

Marilyn a la vuelta de la esquina


Una de las esquinas del Segundo Parque de Laureles  es el local invisible donde Jaime Andrés Arango Bernal de 34 años, expone su obra enfocada en el ARTE-POP. Marylin Monroe, Superman y panorámicas de una ciudad desconocida  son sus focos de inspiración.
A los 19 años Jaime Andrés  fue  admitido para estudiar Ingeniería Química en la Universidad Pontificia Bolivariana. En los días que se encontraba consiguiendo el dinero para la matrícula, su novia en aquel entonces, y esposa ahora, Vanessa Sánchez le dio la noticia de que pronto seria papá.
Hace un año aproximadamente, su carro   dejó de funcionar mientras recorría el Segundo Parque de Laureles. “Me bajé, llevaba obra por casualidad, la puse en la manguita, saque el ajedrez, empecé a jugar mi partida y de un momento a otro la gente empezó a comprarme” agrega Jaime.
Según Andrés en  las galerías una de sus obras se consigue por $600.000, en cambio en la esquina del Segundo Parque  tiene la libertad para cobrar lo que quiera, sin tener que pagar a un tercero para que las exponga.
Desde el 2009 Jaime Andrés  centra su venta en la esquina donde  inicia la Avenida Jardín. Al comienzo  las mujeres de edad que frecuentan la iglesia de Santa Teresita principalmente, le rogaban que abandonara el sitio porque según ellas daba un toque de desorden al sector. Pero al parecer se acostumbraron  y se respira “un aire juvenil”  ,según Consuelo Restrepo habitante de la zona.
En un día de trabajo, Jaime Andrés Arango Bernal  llega en su Fiat Uno, modelo 97 color blanco. Descarga a Superman, Marylin y demás obras  que trae amarradas al techo del carro. Las acomoda sobre la grama, y pasa a la tienda del lado a comprar un tinto.
Un caminante se detiene frente a la  panorámica de la cuidad  en color rojo. El vendedor deja su tinto a un lado, cruza la calle corriendo y estrecha la mano del interesado. Durante unos Segundos de silencio el espectador con una sonrisa marcada toca el lienzo, lo experimenta y sin preguntar cuanto cuesta  lo compra.
Marilyn se queda esperando por otra conquista, mientras el extranjero visita la ciudad.

Mañana Seguro el Millón

Jonathan Rúa Quinto mira el reloj que tiene en su mano derecha, al tiempo que se sienta en una acera de la Avenida la 80 a contar cuanta mercancía le quedó, y cuáles fueron sus ganancias del día. Toma un billete de dos mil pesos y se echa la bendición. Se para de la silla improvisada y continua su camino de vendedor. Intenta ofrecer su producto a quienes se encuentran afuera de los locales en donde de jueves a domingo, se escucha como único género el vallenato, pero es ignorado o con un gesto descartado.

Jonathan Rúa Quinto tiene 22 años, es de contextura corporal delgada, ojos color miel, y pelo con constante gomina. Trabaja desde los 20 años a pie por todo Medellín vendiendo desde velas en diciembre, hasta bolsas para la basura, o el paquete de pequeños palos de incienso que vale lo que el comprador quiera dar.


Juliana Andrea como bautizaron Rubiela y Jonathan a su hija, tiene dos años, y es de tez oscura como su mamá. Se la pasa la mayor parte del tiempo donde Patricia su abuela, ya que la mamá trabaja día de en un edifico por el barrio Calasanz haciendo el aseo, y su papá labora todos los días tratando de vender las varitas de incienso.

A las doce y cuarenta y cinco de la tarde, a plena luz del sol, Jonathan se sienta en una de las bancas del parque de las luces, y saca de su mochila gris gastada la coca donde Rubiela le empacó el almuerzo. Saca la botella con agua que la tiene en menos de la mitad, y un pequeño tenedor plateado que está cubierto por una servilleta.
Come afanado, y vuelve a empacar todo en su mochila gris. Saca unas monedas del bolsillo, y llama de un celular a Patricia para ver cómo está Juliana Andrea. Paga los quinientos pesos y sigue su camino hacia la Avenida 33.

A las nueve de la noche Jonathan vuelve a cruzar la iglesia de La América, y comienza los veinte minutos de caminata hasta las 100 escaleras que lo dejan en la puerta de su casa.
Jonathan Rúa Quinto comienza a subir las escaleras, bajo los faroles que alumbran con luz amarilla. “hoy fueron cuatro mil, mañana si seguro va a ser el millón” concluye con una carcajada.

Sobrevivientes

Por estos días Sara Giraldo Diosa de 18 años cursa primer semestre de  Medicina Veterinaria en la Universidad La Sallista. Al mismo tiempo  está incluida dentro de los 45 .000 jóvenes o niños  que sufren de algún tipo de epilepsia en Antioquia según el Instituto Neurológico de Colombia.
Durante el tiempo que lleva padeciendo la enfermedad, son cinco las convulsiones que ha soportado,  perdiendo la conciencia en casi todas y con aproximadamente un minuto de duración.
 La última convulsión se presentó en enero de 2009, mientras desayunaba junto a su madre. De un momento a otro sintió como perdía el control de su cuerpo y caía al suelo; sus manos comenzaron a sacudirse de un lado para otro.
Al terminar la convulsión, su cuerpo se encontraba completamente agotado y no podía valerse por sí misma, dejó de asistir tres días al  colegio San José de la Salle donde cursaba 11, y cuando regresaba en ocasiones era objeto de burla, con indirectas no siempre mal intencionadas  pero que la afectaban y hacían desfallecer en ocasiones.
Similar a Sara, David Andrés Díaz de 20 años estudiante de diseño grafico de la Universidad Cooperativa de Colombia, sufre epilepsia simple desde  los 11 “me tiembla todo el cuerpo pero no quedo inconsciente,  me dan cada dos o tres años los ataques” expresa. Su tratamiento consiste en tomar 4 dosis de 250 mg diarias de ácido valproico y según él, su doctor asegura que en cinco años estará completamente curado.
  En Colombia la epilepsia se presenta en 21 de cada 1000 personas, lo que indica que son aproximadamente 900.000 habitantes los que padecen la enfermedad.
 Aunque Sara Giraldo Diosa no trasnocha, no fuma, no ingiere alcohol, “tampoco me voy a quedar encerrada en la casa” enfatiza. Hace parte de diferentes instituciones que defienden los derechos de los animales en la cuidad. Trabaja en cualquier proyecto ecológico que se le atraviese y se dedica a vivir de la mejor manera y aprovechando la segunda que “Dios me dio” concluye.

Mi Pueblo Viejo

Cada día, son más los centros comerciales que presentan una infinidad de nuevas tendencias, que buscan extraer culturas ajenas para implementarlas en el lugar deseado.

Mi pueblo Viejo, es una de las pocas excepciones, en donde se pueden encontrar infinidades de artículos, personajes, paisajes, accesorios y vestimentas que recuerdan con todo el fervor una historia colombiana, que poco a poco lastimosamente va quedando en el olvido.


El centro artesanal se encuentra ubicado en el paseo peatonal Junín, al lado del edificio Coltejer; desde el momento en se ingresa al sitio, se siente un olor a madera y café que invitan a transportase al pasado.

Infinidad Colores, texturas, tamaños es lo que destaca el lugar, y hace que su concurrencia aún sea mucha.
Mi Pueblo Viejo como su nombre lo indica, evoca todas esas cosas que sin importan las creencias culturales o inclinaciones históricas, siempre estarán presentes en la mente de cada antioqueño y colombiano, trayendo a relucir y recordar infinidad de situaciones, lugares, olores, colores y recuerdos que fueron parte de un tiempo que por las horas quedó en el pasado, pero que por las memorias habitan el presente.