martes, septiembre 07, 2010

LA NIÑA



La niña sonreía y con la mirada,  recorría las caras de las  doce personas que chocaban las palmas y entonaban un cantico, en honor a su cumpleaños. Cuando la canción llegó al número trece, dos jóvenes, uno de estatura mediana y otro tan grande como un jugador de baloncesto, sujetaron la cabeza de la niña y la introdujeron en la torta de barbie que la mamá, doña Saray Rosero todavía debe a una vecina. 
-Indio comido indio ido-  dice la mamá a la niña mientras trapea la cocina de piso rojo.
-Sí mami, así es la gente. Yo le dije que mejor hubiéramos dejado esa platica para comprarle ropita al bebé- responde la niña, al tiempo que se sienta en una mecedora ubicada al lado de una ventana.
-tranquila mi amor que todavía faltan como cuatro meses, de aquí a eso ya tenemos todas las cositas- indica la mamá a la niña sentándose al lado de ella     cogiéndole la mano.
La niña mira a la mamá y vuelve a sonreír, con los ojos a punto de desbordar una lágrima. En ese segundo suena el teléfono y la niña contesta. Suelta la mano de su mamá y  se dirige corriendo a un cuarto a lado de la cocina. Cierra la puerta y se escuchan carcajadas.
“Ese tipo, ese tipo me va matar a mí de la rabia” expresa la mamá mientras coge unas llaves y sale de la casa.
La niña es Kelly Yuliana Caicedo y tiene trece años. Mide un metro con sesenta y seis centímetros, es de tez morena, pelo entrenzado que le llaga casi hasta la cintura, ojos color café claro, cara delgada y alargada que muestra unas cicatrices, que le dejó una viruela cuatro años atrás. Vive con su mamá, y sus hermanos Edwin de 16 años y Deimer de 11. El papá de los tres, trabaja como maestro de obra. Da trescientos mil pesos para el arriendo mensual y amanece en la casa, cuando no se queda en la calle jugando cartas y perdiendo la plata del sueldo semanal.
Hace un año y medio Kelly Yuliana tiene una relación con el hombre G. El hombre G tiene 24 años, es casado y tiene dos hijos de cuatro y un año. Es de tez morena como Kelly, pero en altura es el doble de ella. Tiene un Renault nueve como carro, y mínimo tres veces a la semana visita a Kelly en su casa, aprovechando que la mamá de la niña se va a trabajar.
Hace cinco meses Kelly, cuando la niña tenía doce años y siete meses,  se dio cuenta que estaba en embarazo del hombre con el que perdió la virginidad. El hombre G. “Yo estaba feliz, pues yo lo amo y el a mí, al principio se puso todo raro y me dejó de hablar como un mes, pero ya después volvió a ser el más especial; además era lo mejor que nos podía pasar; aunque mi mamá me obligara a salirme del colegio. Él me va a dar buena calidad de vida. Sin problemas de plata”. Señala la niña mientras ve televisión acostada en el cuarto de la mamá.

“Cuando empezamos él se ponía condón, pero me decía que casi no le gustaba así por no se sentía lo mismo. Entonces para que no se me fuera o algo, el dejó de usar condón, y es verdad es más rico, pero lo malo es que uno queda embarazado”. Expresa Kelly al tiempo que se echa sombre rosada en los parpados, en ocasión de que el hombre G la viene a visitar.
A las siete y treinta de la mañana la niña se levanta y se sienta en la mecedora que está al lado de la ventana, con una pijama desteñida de Mickey Mouse. Soba su barriga con ambas manos y con el equipo de música prendido, canta a todo pulmón una canción de Los Gigantes del Vallenato. Cierra los ojos y la interrumpe Deimer su hermano de 11 años, diciéndole casi gritando que le haga el desayuno, porque hoy le habían dado libre en el colegio.
Kelly lo mira con asombro  y no se para,  sin antes ponerse las chanclas color rosadas con las que siempre se mantiene en la casa. Se coloca a barrer mientras el hermano desayuna.  En ningún momento deja de entonar las canciones de la emisora. A las once y treinta se baña y vuelve a sentarse en la mecedora, a leer las cartas que sus compañeritas de colegio le hicieron cuando  doña  Saray, la sacó del colegio.
Los ojos de la niña se llenaron de lágrimas y el teléfono interrumpió sus recuerdos. Lo contestó, y las lágrimas se cambiaron por unas carcajadas producidas por el hombre G.
-¡abrime la puerta Kelly Yuliana o te juro que te voy a dar una pela que no vas a olvidar! - grita la mamá a la niña en motivo de que su hermano, le dijo que la niña está hablando con el hombre G.  En la casa de doña Saray Rosero eso está prohibido.
- ¡no me jodás más!- responde la niña con la voz entre cortada -  ¡no veo la hora de irme de aquí, ustedes en vez de ayudarme me hacen la vida cada vez más imposible!
-Sí, oigan a esta, yo no fui la que quedó embarazada de un “hijueputa” gordo asqueroso, que tiene otra mujer y otro hijos – refuta doña Saray a Kelly mientras forza la chapa de la puerta del cuarto.
-Callate, no me jodás más, déjeme tranquila – dice la niña ahogada el llanto.
-  Cómo él es el que te va sostener, decile que mañana te lleve la cita médica, te la pague y te compre la droga –concluye la mamá de la niña.
Ni el hombre G, ni doña Saray Rosero acompañaron a Kelly Yuliana a la cita donde el médico. La niña de mejillas rosadas la acompañó a la ida pero no a la venida.
“Tengo la presión alta y me toca quedarme en la cama todo el día hasta que nazca el niño. Si me paro se puede salir antes de tiempo y según el doctor, por ahora el niño no puede vivir fuera de mi barriga”. Expresa Kelly Yuliana mientras espera afuera de la casa a que uno de sus dos hermanos llegue, porque se le quedaron las llaves de la adentro.
La niña Kelly Yuliana tiene trece años y cinco meses de embarazo del hombre G de 24 años. No pertenece a ninguno de los cuatro barrios en Medellín en donde se encuentra, el número más elevado de adolescentes en embarazo, tampoco fue forzada a tener su primera relación sexual, y sí conocía sobre métodos de planificación.

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