Cuando se habla del oriente antioqueño, o cualquier otra región de Colombia que se encuentre llena de verde, color, y nuevas formas de naturaleza inexplorada, se asocia con ese otro verde usado que se tiñe de sangre y se usa para salvaguardar una idea sin ideales; el verde del camuflado.
A casi tres horas y media de Medellín, entre montañas, llegando por un camino angosto, lleno de curvas mareadoras y un calor que no calcula cuantas gotas de sudor se pueden derramar en unos pasos, se encuentra el municipio de San Rafael.
Cómo todo municipio que se respete, en la mitad está localizada la iglesia, con su respectivo parque, faroles, sombreros que protegen caras acaloradas, un lustra botas, y música a todo volumen que caracterizaba las fiestas de generaciones anteriores.
Mientras el calor pica en la piel, la música llena los oídos y los perros muestran sus costillas, se vislumbran varias botas de cuero, más uniformes verdes, más seriedad casi absoluta.
“El glorioso Ejercito Nacional, más el doctor Álvaro Uribe Vélez fueron los que no sacaron de esta cárcel, y pudimos volver a cultivar las tierritas que las AUC, nos quitaron” expresa Don Fabio Antonio Pérez, mientras se toma un tinto en una de las bancas de cemento que bordean el parque.
Don Fabio más su esposa e hijo fueron desplazados en 1998 de la vereda la Iraca.
Las Autodefensas Unidas de Colombia llegaron un día soleado, forzaron la puerta de la entrada, apuntaron con sus fusiles a el señor, la señora y la niña de la casa, y les ordenaron que en 24 horas tenían que estar lejos de su propia casa, de su propia tierra y de su propia vida.
Don Fabio y su familia salieron con lágrimas en los ojos y unas monedas en los bolsillos. Llegaron a San Rafael y se acercaron a la oficina de gobierno, “una jovencita con una sonrisa que iluminaba la oscuridad del día, nos llevó hasta el coliseo municipal, y ahí vimos que nosotros no éramos los únicos exiliados” indica Don Fabio.
De acuerdo con John Freddy Henao Secretario General de Gobierno de San Rafael, “en el municipio no hay ninguna persona que no la haya tocado el conflicto; antes la localidad tenía casi 18.000 habitantes en el área urbana y rural. Después, de la época de la muerte selectiva por parte de las AUC, y las FARC, San Rafael cuenta con 13.500 habitantes en la actualidad”
Por vender unas gaseosas a unos integrantes de Las Autodefensas Unidas de Colombia, un tío de Don Fabio, fue asesinado por miembros de las FARC, y después de propiciarle cuatro tiros en la cabeza, dejaron
el cuerpo en la entrada de la tienda.
“Gloria, Dios y Patria” dicen los niños que se encuentra guiados por algunos miembros de la Policía Nacional, entonando a todo pulmón lo que precisa el hombre alto de uniforme verde. “la educación, si en las casa no se da, nosotros mismos nos encargamos de impartirla a nuestros menores” dice unos de los uniformados que habla entre los dientes y suda sin cesar.
Un dato que tal vez quienes desconocemos gran parte del territorio antioqueño y nacional no sabíamos de antemano, es que el casco urbano de San Rafael nunca fue objetivo de una toma guerrillera o paramilitar; las veredas del municipio y las localidades que limitan con la municipalidad, fueron el núcleo de los desplazamientos y la tan mentada “muerte selectiva”.
De acuerdo con Edgar Eladio Giraldo Morales alcalde de San Rafael, “ya terminamos la guerra, estamos en la postguerra”
Y, ¿qué es la postguerra? De acuerdo con Don Fabio , la postguerra es el miedo que tienen cada día a la hora de cultivar sus tierras y criar sus animales “ yo no creo que me vuelvan a desplazar más, pero si le tengo miedo a despertarme y ver que por lo que he luchado toda la vida no esté, o que a alguien más de mi familia lo maten por que sí” concluye Don Fabio mientras saluda de un apretón fuerte a un hombre con el pelo completamente blanco.
“aquí después de la guerra lo único que quedó fue una pobreza mental, muy difícil de cambiar; todos están aferrados al pasado, las victimas y/o familiares de ellas todo el tiempo están pidiendo una indemnización que el gobierno municipal no puedo abarcar” indica el alcalde en rueda de prensa a estudiantes universitarios.
Y de acuerdo con el teniente Villamil, la realidad del postconflicto en San Rafael, es la del microtráfico que se vive en zonas aledañas; nada más.
Y de acuerdo con lo que opina la extranjera al llegar a un pueblo desconocido, es que aunque las guerrillas o las AUC no estén presentes con sus botas de caucho y su fusil en mano, el postconflicto en San Rafael es sinónimo de los perros huesudos que se pasean por el parque, las respuestas de un alcalde que no tiene un paradigma claro, y los siete jóvenes que se encontraban listos y obligados para ser reclutados con la incertidumbre del no saber contra quien se pelea, si supuestamente la guerra ya terminó.
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